CULTURA

Chus Morante, treinta años pasando consulta al patrimonio majorero

Foto: Carlos de Saá.
Eloy Vera 3 COMENTARIOS 13/03/2018 - 07:45

Chus Morante ha recuperado el rostro de arcángeles y vírgenes, murales cubiertos por la cal por exigencias de la modernidad e, incluso, un Santiago Apóstol a caballo tapado por escombros. Por sus manos ha pasado gran parte del patrimonio religioso de Fuerteventura, desde retablos y pinturas barrocas hasta las pilas que bautizaron a los primeros majoreros. Esta restauradora lleva más de tres décadas trabajando el patrimonio sacro insular. Treinta años después, sigue reclamando una mayor concienciación y conocimiento del mismo.

Exigencia y perfeccionismo son las cualidades de esta madrileña que un día decidió compaginar sus estudios de Ciencias de la Información con los de restauradora. Le gustaba el arte y era buena pintando. Reunía, por tanto, las dos cualidades necesarias para dedicarse al oficio.

Tras estudiar en la Escuela Oficial de Restauración, en Madrid, le surgió la oportunidad de viajar a Guatemala de la mano de un programa del Ministerio de Exteriores español. “Era un sueño para mí”, recuerda. Allí, colaboró en talleres de protección de la ciudad de Santiago de los Caballeros, conocida como la Antigua Guatemala, y capital de la Capitanía Central de Centroamérica hasta que en el siglo XVIII quedó desierta. Su población la abandonó huyendo de los terremotos. Más tarde, sería Patrimonio de la Humanidad.

Hasta allí viajó la primera vez con un compañero de trabajo majorero con el que más tarde se casó. Cuando regresaron optaron por elegir Fuerteventura como residencia. En la isla decidieron vivir del oficio. Hasta entonces, los trabajos de recuperación del patrimonio insular habían sido mínimos y con desiguales resultados.

El primer trabajo llegó de Tetir. El sacerdote de entonces, Juan José Murillo, los llamó para que quitaran la pintura que cubría el retablo de Santo Domingo. Chus comenta, sentada en uno de los bancos de la iglesia de La Oliva donde estos días trabaja recuperando los bastidores de un cuadro de Ánimas, cómo convencieron al cura de que “no había que quitar la pintura si no consolidarla y limpiarlo”. En Tetir también sacaron a la luz unas pinturas murales del siglo XVIII cubiertas por la cal décadas atrás.

Chus sigue en los ochenta para recordar el proyecto que junto a Loren Mateo Castañeyra realizó inventariando el estado de conservación de la pintura antigua de la isla. Aquel estudio terminaría publicándose en las I Jornadas de Historia de Fuerteventura y Lanzarote. En aquel periplo por las ermitas majoreras, descubrieron cuadros del siglo XVIII doblados en armarios o enrollados en sacristías. Hoy gracias a su tesón y la complicidad del Cabildo e Iglesia han vuelto a las paredes de los edificios religiosos.

Chus comenta que los majoreros en aquellos años no conocían el patrimonio de la isla y “sigue el mismo desconocimiento. Ni siquiera el de su lugar. He trabajado en lugares donde había gente que no sabía que tenían un púlpito y un retablo de tanta importancia histórica. Se dan cuenta, muchas veces, de su valor cuando te ven trabajar y dedicarle tantas horas y mimo”.

En todo este tiempo ha conocido y documentado auténticos ataques al patrimonio insular. Desde la retirada del retablo original de la iglesia de la capital hasta la desaparición del antiguo pavimento de la iglesia de La Oliva para cubrirlo con modernas baldosas. Ermitas como la de Las Pocetas son ejemplo de lo contrario. “Se ha conservado tal como estaba en el siglo XVIII”, apunta satisfecha.

Museo sacro

En los ochenta también colaboró, junto a Loren Mateo Castañeyra, en la creación del Museo de Arte Sacro, en Betancuria. La antigua casa del párroco estaba sin uso y decidieron darle un fin museístico. Convencieron a la Iglesia y hasta allí empezaron a llegar esculturas, pinturas y orfebrería en desuso de las ermitas. Como anécdota recuerda cómo sacaron de los escombros de una dependencia de la iglesia de Betancuria varias tallas, entre ellas, un Santiago Apóstol a caballo del siglo XVII, un san Pedro y un Jesús Salvador con más de trescientos años a sus espaldas.

En todo este tiempo ha descubierto, a veces con la ayuda de luz ultravioleta, Rayos X y análisis de muestras estratigráficas en laboratorios, pinturas ocultas bajo nuevas composiciones, alguna autoría y una serie de datos más que han ido ayudando a conformar el puzle de la historia del arte insular.

Chus asegura que el restaurador pasa tanto tiempo y tan cerca de la obra que “que acabas sabiendo cosas del artista”. Algo así le ha ocurrido con Juan Bautista Hernández Bolaños, un pintor tinerfeño del siglo XVIII por el que ha quedado fascinada. Desde entonces, ha iniciado una especie de romance que le ha llevado a interesarse por todas aquellas piezas que el artista fue dejando por la geografía insular.

La restauradora asegura que su fascinación es “más que por su obra por lo misterioso del personaje que iba dejando su firma en lugares donde nadie puede apreciarlo como detrás del retablo de La Oliva u oculto en el cancel del púlpito de Tefía”. Espera algún día poder iniciar un estudio minucioso sobre este artista que trabajó en las ermitas de Tetir, Tefía, La Oliva o Agua de Bueyes.

En su cuaderno de propósitos tiene anotado también poder algún día restaurar el púlpito de Tetir, realizar un trabajo sobre la conservación preventiva de las iglesias y ermitas majoreras y sus causas de degradación, analizar las características de la escultura popular o las técnicas de ejecución de los púlpitos. En su cajonera aguarda para su publicación un estudio sobre las diez pinturas murales, encontradas hasta la fecha, en la isla.

Siete artistas

Chus, como la mayoría de los niños, pintaba de pequeña. Con la llegada de la adolescencia siguió pintando y la madurez le pilló con pinceles en la mano. Las primeras exposiciones llegaron en Guatemala. Tras su llegada a Fuerteventura, entró a formar parte de Siete Artistas y una Isla, un grupo de pintores sin grandes lazos entre sí pero con el objetivo común de impulsar el arte insular que “nada tenía que envidiar al que se hacía fuera”, sostiene Toño Patallo, uno de los artistas junto a Loren Mateo Castañeyra, Elvira Isasi, Javier Camarasa, Klaus Berends, Carlos Calderón, Lupestri y la propia Chus Morante.

Admiradora de pintores como Cristino de Vera, Chus ha encontrado en el paisaje insular su mayor fuente de inspiración. Asegura que aún “le sigue impresionando como el primer día”. Los paisajes austeros y monocromos y la arquitectura en cubos como base de la arquitectura rural de Fuerteventura son elementos que le persiguen en su obra. También el horizonte que busca cada día después de horas delante de una obra de arte.

El cemento, enemigo del patrimonio

Chus Morante asegura que la utilización de cemento en las restauraciones no puede seguir permitiéndose y alerta de la moda de retirar cales antiguas para descubrir la cantería de los edificios históricos de la Isla. La restauradora aboga por una mayor implicación en temas de restauración por parte de todos los agentes implicados en el patrimonio histórico majorero. En un cuaderno tiene anotado causas suficientes para seguir defendiéndolo: diez pinturas murales, que convierten a la isla en el mayor conjunto de estas características de todo el archipiélago, catorce púlpitos decorados desde motivos litúrgicos hasta florales, once cuadros de ánimas y quince andas procesionales, fechadas entre los siglos XVII y XIX.

Comentarios

menos mas que existen personas como esta restauradora apasionada. desgraciadamente son pocas las que entienden la necesidad de ser purista para poder guardar el patrimonio con todo su esplendor.
Mi mas sincera admiración por su dedicación al patrimonio majorero.
Mi mas sincera admiración por su dedicación al patrimonio majorero.

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